22 sept 2009

Es mejor colaborar que competir

Una de las premisas fundamentales en las que se funda la propuesta neoliberal es la competencia, resultado de la interacción entre la oferta y la demanda que provocan a los agentes económicos privados buscar maximizar sus beneficios y minimizar sus costos. El ideal es la competencia perfecta, con ello se logra el equilibrio general en la economía, o sea, la idea de que todos los factores de la producción están empleados óptimamente. Sin embargo, en la vida real no existe el tal equilibrio de mercado dado que la perfección es enemiga de la realidad. Más bien los mercados son imperfectos. Y la competencia económica se realiza en ese marco, y cuyo final es el monopolio, la falta de competencia como consecuencia de la quiebra de los competidores y la perpetuidad del ganador.

Con el auge de las ideas neoliberales, en el país la palabra competitividad es utilizada por políticos y empresarios como sinónimo de garantía de crecimiento. El país debe ser competitivo se lee en la exposición de motivos de cualquier ley económica que se impulsa en el Congreso de la República, la propia universidad nacional recurre a esa palabra para justificar los cambios educativos que promueve, olvidando la función social y cultural que tienen las universidades. Los empresarios por su parte recurren cada vez a dicha palabra para justificar su negativa a pagar impuestos, para eliminar regulaciones o para impulsar una ley acorde a sus intereses. En fin, nos ponen a competir, sin decirnos que al final, unos ganan y otros pierden. Por ejemplo, cuando competimos con otros países para atraer inversión extranjera, lo hacemos a partir de ofrecer mano de obra barata. Entonces los países luchan por mantener los salarios bajos, con el fin de ser competitivos. ¿Quiénes ganan con eso? Obviamente no son los trabajadores. A estos se les condena a ser pobres para siempre, puesto que dentro de la competencia, si los salarios suben la inversión se traslada de país, aprovechando las ventajas que otros países brindan dentro del marco de la competencia.

Así como ese hay muchos otros ejemplos en donde la competencia no genera bienestar, sino por el contrario, produce la concentración de la riqueza en detrimento del trabajo de la gente y los recursos del país. La competencia no ha hecho otra cosa más que dividirnos entre ganadores y perdedores, no permitiendo la complementariedad económica, como mecanismo más adecuado para buscar la satisfacción total de las necesidades básicas de toda la población. Por eso, es mejor colaborar que competir.